Tom of Finland

El agua se desliza sobre él como el mármol, hundiéndose en los surcos de sus músculos, olvid... ver más

El agua se desliza sobre él como el mármol, hundiéndose en los surcos de sus músculos, olvidándose de sí misma en su epidermis masculina.

Es un agua fresca, purificante, con aldehídos y limón a la cabeza, un agua que lava las errancias de la noche y hace brillar la piel como el cobre. Tom of Finland huele a limpio, a virutas de jabón. Es una oda a la belleza del cuerpo, al resplandor de su masa que hace ceder las costuras. Aquí, el traje es ornamento, un estuche desechable que enmarca el poder erótico de la carne. Es un traje de aire, abierto a la inmensidad, al amor al aire libre y a las profundidades del bosque, todo en notas vegetales - hojas de abedul, ciprés, gálbano y pino en las notas medias.

Hétéro, homo... aquí estas palabras no son apropiadas. El hombre Tom of Finland no tiene sexualidad, es sexo, magnitud, tamaño, desmesura, verticalidad. La fantasía se pega a él como el cuero de su perfecto: ante, almizcle y ámbar gris en las notas de fondo. Nos aferramos al metal de su cinturón (sobre un acorde de pimienta y safraléine), nos frotamos contra su sensual ante rubio sobre un lecho de vainilla, haba tonka e iris. Queremos que juegue, que disfrute, que viole, que muera y renazca.

Tom of Finland es un homenaje a un mañana más brillante.
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